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ARGENTINA: LO BUENO, LO MALO Y LO FEO

  • Foto del escritor: Alberto Colombo
    Alberto Colombo
  • 28 ene 2020
  • 3 Min. de lectura

Lo bueno para Argentina, que terminó el gobierno de Macri; lo malo, que volvió el kirchnerismo, y lo feo, que en ese país se carece de una alternativa política electoral, y no asoma en la perspectiva actual.

LO BUENO: Con el cambio de gobierno en Argentina, se dio algo positivo que es que el paupérrimo gobierno de Mauricio Macri llegara a su fin. Entendamos bien, fue paupérrimo para la gran mayoría de la población de los argentinos pero muy lucrativo para un selecto grupo, que obtuvo grandes ganancias durante el mandato del benefactor de los bancos y el sector financiero, las empresas privatizadas, las patronales agrarias y las grandes empresas. LO MALO: Lo negativo, es la vuelta del peronismo, o más específicamente, de este sector de este movimiento político argentino denominado “kirchnerismo”. Muchos hablan del “mal menor”. Recordemos que el gobierno de Cristina Fernández, cuando fue presidenta, dejó a la Argentina con una alta desocupación y mucha pobreza, producto entre otras cosas, por el nivel de precarización que alcanzó al 50 % de los trabajadores asalariados. Lo máximo que le ofreció a la clase obrera fue el consumo, y en cuotas. En ese sentido, cabe señalar que la entonces mandataria vetó la ley que le reconocía el 82 % móvil a los jubilados, perjudicando el ingreso de ese importante sector de la población. Durante el kirchnerismo, la riqueza generada el extractivismo sojero, minero y financiero, y que en su gran mayoría quedó concentrada en la industria extranjera, los bancos, el agronegocio y la minería. Ley de Solidaridad Social y Reactivación Productiva aprobada, prioriza el pago de la deuda pública (puesta en cuestión para ganar las elecciones). Pero la “solidaridad” que el proyecto del gobierno de Alberto Fernández que propone es completamente falsa. Las cargas del ajuste no caen sobre las ganancias del gran capital, pero si comprende a los jubilados y jubiladas. A estos se le suspende la movilidad jubilatoria por 6 meses, medida que abarca a los regímenes especiales (docentes, investigadores científicos, ex-combatientes de Malvinas). Las entidades bancarias y las privatizadas no son alcanzadas. Y las grandes petroleras y mineras se benefician con una baja de las retenciones, del 12 % al 8 %. En Argentina no es un gobierno de izquierda mejor, sino el retorno de un neoliberalismo apenas camuflado.

LO FEO: La carencia de alternativas sustentables al peronismo, el cual tiene la capacidad de integrar todo el espectro ideológico aunque sea totalmente disímil: capaz de tener dentro la extrema derecha, la extrema izquierda y todo lo intermedio. O como suele decirse: en Argentina todos son peronistas, pero cada uno lo es a su manera. El peronismo se apoderó de los sindicatos y con ello, no dio cabida al crecimiento de la izquierda en el país. Cuando este proyecto político se origina “en los años 40 es muy parecido al fascismo de la Italia de Mussolini; cuando vuelve en los 70 es mucho más socialista; después en los 90, es el peronismo de Menem, que abre la economía, privatiza empresas públicas, dice que tiene 'relaciones carnales' con Estados Unidos; después vuelve con Kirchner y con una variante izquierdista (más bien “progresista”), porque es la época de Lula, Chávez…; ahora, aunque esté Cristina Kirchner es un peronismo moderado, bastante conservador", expresa con acierto el periodista y escritor Carlos Rodríguez Braun. Pero no solo ocurre en Argentina: en nuestra región, las izquierdas tienen que enfrentar el nuevo paisaje sociocultural de fragmentación, descomposición y desagregación de los intereses colectivos. Ese es uno de los dilemas de la izquierda latinoamericana, poco eficaz a la hora de situar la «cuestión social» en la agenda de nuestros capitalismos. Está claro que hay que cambiar de un modelo productivo de usar y tirar a otro de reducir, reutilizar y reciclar. El cómo, no tanto. En Argentina se choca también con una estructura institucional que ha constituido a las provincias en algunos casos, como “estados feudales”, imbuidos de las peores prácticas políticas por su conservadurismo, actitudes reaccionarias y corrupción, con los cuales es necesario negociar.

El viraje político ya se debe realizar. Pero no se puede dejar a nadie atrás en esa transición, en referencia a los sectores más vulnerables: personas con rentas bajas, alejados geográficamente o de sectores susceptibles de desaparecer o sufrir cambios radicales (obreros no calificados, trabajadores rurales). El cambio se tiene que producir sí o sí, hay un modelo existente que se debe transformar, donde el ciudadano sea el soberano (y no el espectador, como acontece actualmente).

Para construir un proyecto político sustentable su modelo económico puede basarse en el modelo cooperativo, donde se impulse un compromiso entre gobierno, empresarios y sindicatos para alcanzar acuerdos salariales justos para todos. Un modelo económico-cooperativo cuyo objetivo sea incluir a todos. Para ello habrá que realizar reformas al sistema educativo con el objetivo de una mejor capacitación y valores solidarios, y en la carga impositiva para promover la equidad y la igualdad de oportunidades.

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