DE LA TEORÍA A LA CALLE
- Alberto Colombo
- 31 jul 2018
- 5 Min. de lectura

El consumo problemático de drogas es uno de los elementos usualmente presentes en la población en situación de calle, generando al usuario un deterioro social y de salud importantes, que complejizan, por ende, la realidad de los refugios, donde suelen pernoctar la mayoría. En mi experiencia personal de trabajo en el campo de la prevención/educación de drogodependencia, con personas del Programa de Atención a Personas en Situación de Calle (PASC-MIDES) que asisten a Centros Nocturnos, Nivel 1 y 2, para hombres adultos, cuyas edades van de los 18 a 70 años, a quienes se dirigen las intervenciones en forma particular, existe una carencia de herramientas con las que cuentan los equipos técnicos a la hora de abordar estas situaciones, puesto que no existe un protocolo de intervención sistematizado en el PASC, sino líneas generales a seguir, por lo cual las estrategias no se encuentran unificadas. Los dispositivos de atención a las drogodependencias (lugares de derivación desde el Centro Nocturno), tanto públicos como privados implementan un modelo más próximo al Modelo de Salud Pública, donde se pretende aumentar la resistencia individual al agente (la droga), por ejemplo mediante el entrenamiento en resistencia frente a la presión del grupo (quienes comparten su espacio, la calle, y desde la esfera del MIDES se normativiza el no acceso al refugio en caso de consumo alguno en el pretendido despliegue de programas integrales de promoción de la salud); proteger a los individuos frente al agente, lo que se puede hacer a través de acciones como educación sobre las drogas o desarrollar modelos de abstinencia (Alcohólicos Anónimos, NA, así como UNITRA, Hospitales Vilardebó y Maciel); también mediante el aislamiento del huésped (la persona) frente al agente, como por ejemplo, a través de zonas comunitarias libres de drogas (comunidades caso Remar, etc.). Sabemos que el modelo de salud pública es de escasa utilidad aplicado al campo de las drogodependencias, por ello quizás exista la cronificación de las personas adictas que permanecen en situación de calle (hay generaciones de familias que se forman en este ámbito). La teoría del aprendizaje social o cognitiva social, su utilidad es clara ya que se basa en los principios del aprendizaje, la persona y su cognición junto a los aspectos del ambiente en que lleva a cabo la conducta, en este caso es la calle o espacios que suela frecuentar el usuario del refugio (plazas, terminales de transporte), ya que esa adicción les origina la pérdida de sus vínculos afectivos y el alejamiento de su entorno socio-comunitario, dando lugar a una degradación personal acuciante y progresiva. En tal sentido, proponemos las técnicas de modelado para adquirir y eliminar tales conductas, empleando el aprendizaje de modelos a través de las entrevistas motivacionales o talleres como el de Cine Foro, por ejemplo, donde se problematizan las conductas de riesgo y se plantean las de protección deseadas. Las características de la forma en que se presenta el modelado real o simbólico es planteando procedimientos graduales, con aportes desde el equipo de la intervención y comentarios sobre lo importante y las reglas, y los que realiza el observador/usuario, dotándole un cariz participativo. Con estas estrategias se pretende evitar la perpetuación de las situaciones de exclusión y menoscabo de aptitudes de los sujetos para poder modificar su proyecto vital. Dado que el modelado constituye uno de los métodos más relevantes, no olvidemos que estamos hablando de una teoría de aprendizaje social, donde los modelos, reales o simbólicos, tienen una gran relevancia. El déficit en habilidades sociales para afrontar las situaciones cotidianas que se nos van presentando es el factor que explica en cierto tiempo el abuso del consumo. Una habilidad social adecuada, como puede ser el empleo de talleres de meditación y/o Tai Chi, posibilita descender el nivel de ansiedad que puede estar presente en situaciones interpersonales y sociales, para evitar el consumo crónico. En el campo de la prevención de las drogodependencias, la epidemiología conductual ha permitido la detección de importantes factores de riesgo al ser claro que la conducta es un importante factor de riesgo, superando viejas dicotomías como la insistencia en sólo factores de riesgo biológicos. La intervención debe orientarse a cambiar las circunstancias que sostienen un grupo o síndrome de conducta de riesgo en la adolescencia, cuando la experimentación con las drogas se ha convertido en un hecho habitual en la sociedad actual (la adolescencia prolongada o adultez emergente de Arnett). Donde se enmarca un sector importante de la población que se atiende en mi área de desempeño laboral, las personas en situación de calle. Realmente, estas estructuras de conducta, consideradas juntas, constituyen un modo de estar el adolescente en el mundo. Y, aceptando esto, ello exigiría intervenir en el estilo de vida del adolescente como un todo, más que sobre una conducta específica, como puede ser el uso de drogas. En la mayoría de los casos, la persona viene de un ambiente en el cual, los allegados han sido drogadictos, el problema de violencia también, amigo o vecino, ligado a hechos delictivos; el padre o madre (cuando existen), tío, toda la familia ha sido drogadicta, entonces en las intervenciones, resulta sumamente improbable decirle: usted ahora ya no va a poder ser así, es como cambiar su vida prácticamente, porque para muchos de ellos es eso, solo eso, no existe otra proyección vital. Según Jessor, se deben reducir los factores de riesgo y aumentar los de protección con la idea de un cambio en el estilo de vida, especialmente en aquellos jóvenes que viven en ambientes sociales adversos. Como las personas en situación de calle, que reflejan una extrema vulnerabilidad de vida. Sobre los aportes conceptuales más importantes que me han brindado diferentes modelos y teorías analizados en la materia, cuyos cuantiosos elementos me permiten ampliar en calidad mis intervenciones diarias, considero que debo señalar la importancia de la prevención en el consumo de drogas, para disminuir la morbilidad y las diversas patologías asociadas (de salud, sociales). Además desarrollar un marco preventivo conjunto para alcohol y marihuana, como forma de disminuir el uso de esas sustancias, las de mayor prevalencia y frenar la progresión a otros consumos. Un nuevo factor a considerar es que los programas preventivos de drogas resultan muy relevante que contengan componentes de las influencias social y comprensivos (se basa en la idea de multicausalidad en el proceso de comenzar a usar cualquier sustancia), así como tener en cuenta las dimensiones socio-culturales, biológicas y psicológicas para el inicio en el consumo de drogas. En cuanto a las estrategias preventivas en adicciones fundadas en la conducta (habilidades sociales) representan un aporte invalorable en este campo. Desde ya que la evolución en esta área es muy dinámica y rica.
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